lunes, 20 de junio de 2011

Idioticias a las 21, El calor y El Frío


Don Pedro de Valdivia fundó Santiago en un lugar fantástico. Claro, el no tenía porqué sospechar cuantas personas, automóviles, micros y fábricas trataríamos de meter en este valle 470 años después.  


A pesar de no llevar termómetro entre sus enseres, Don Pedro le achuntó medio a medio a este lugar. En Santiago, lo cierto es que a veces hace calor en verano, aunque no lo suficiente como para producir las mismas muertes que ocurren en Europa y otras partes del mundo y, definitivamente, hace frío pocas veces. Los -2 ºc o -3 ºc que ocasionalmente se registran durante un par de horas en algunas mañanas de invierno, casi siempre son acompañados de una sensación térmica equivalente por la ausencia de viento, lo que se puede solucionar con abrigo adecuado. 

Algunos audaces periodistas nos informan que el 17 de Enero hicieron 32 grados. La noticia en este caso, es que el clima es… ¡normal! como cada uno de los 17 de Enero hace 470 años desde que Santiago es Santiago. El 20 de Julio informarán que los termómetros bajaron hasta -3 ºc, lo que los científicos podrán demostrar que, bueno, es normal después de todo. ¿Que pensarán entonces nuestros compatriotas de Punta Arenas o Coyhaique? Ellos si saben lo que es el frío y la nieve, y las sensaciones térmicas de -15 ºc o menores. Al ver las imágenes nos podemos dar cuenta que parecemos idiotas. Las secretarias que ayer se mojaron los pies por andar de taco alto, ahora siguen con la misma minifalda. Los chalequitos de verano ciertamente no sirven para los frescores invernales. Y esto es noticia, y de titular más encima.

Me cuesta asumir que alguien pensante crea sinceramente que sea útil para nuestra sociedad comenzar las noticias con esto. En el mundo hay guerras, hambre, golpes de estado, conflictos políticos y sociales, descubrimientos científicos y muchísimas cosas importantes con las que titular noticieros. En nuestro país hay elecciones, que a pesar de ser poco frecuentes son relegadas a segmentos intermedios en los programas de idioticias, porque hay que contarle a los chilenos que hoy, en pleno verano, hizo calor.
Es cierto que en Santiago hay personas que si sienten frío y no lo pasan bien durante el invierno. El motivo, sin embargo no es el frío ni el invierno, lo que algunos medios quieren demostrar a como de lugar, sino problemas mucho más profundos como la pobreza y la desigualdad. Contexto, como expresé anteriormente, el que al ser mostrado en televisión no produciría el esperado aumento en la venta de estufas, como me podría sospechar como causa fundamental de esa obsesión mediática. 

El frío de Santiago, y el calor de Santiago, tampoco califican para titular en horario prime.










jueves, 19 de mayo de 2011

¡Al estado al estadio!

Las dos palabras del título de esta columna se parecen bastante. Y en las discusiones políticas complejas, nada peor que confundirse en los términos y en los medios.
A propósito del proyecto de ley del postnatal de 6 meses (p6m) en discusión en el congreso, apunto unas notas objetivas.
1.- El p6m estaba en el programa de los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta.

2.- Nunca, durante los 4 gobiernos de la concertación (los famosos 20 años) se presentó un proyecto similar.
3.- El gobierno actual, siendo consecuente con su programa, presentó la iniciativa.
4.- La Concertación tiene mayoría en el senado.
5.- El proyecto presentado no cumplía el standard que la Concertación consideraba adecuado.
6.- El gobierno tuvo que negociar, tal como se hace en política.
7.- El p6m probablemente será promulgado como ley, con el aporte de todos quienes discutieron en el proceso legislativo.
8.- Tendremos pues, una promesa cumplida, en buena hora. 
Apunto ahora algunos comentarios subjetivos.
1.- Supongo, de buena fe, que si hubiera ganado Frei, este proyecto se hubiera presentado de todas maneras.
2.- El tiempo de esta idea era este y no otro. El argumento infantil de pretender de que porque la Concertación no lo hubiera presentado antes no tuviera el derecho de objetarlo,  no está al nivel de los parlamentarios, y menos de ministros y presidente. Sencillamente impresentable.
3.- Habla bien de un gobierno el hecho de  cumplir el trámite formal de presentar los proyectos de ley prometidos. Ahora bien, queda entonces la tarea de determinar si lo que el gobierno presentó es exactamente lo que prometió. Tengo mis dudas, como tantas otras.
4.- Ser mayoría en el senado es circunstancial pero no casual. Ejercer las atribuciones que esa mayoría te permite no solo es posible sino obligatorio desde la ética pública. La Concertación permitió, desde su posición, que el debate se centrara en los aspectos que ha prometido defender ante sus electores.
5.- La derecha, durante aquellos 20 años (prefiero decir 4 gobiernos) hizo uso abusivo de la posibilidad de votar en contra de la idea de legislar toda vez que un proyecto de ley no les pareció adecuado. La Concertación, esta vez, no usó ese recurso constitucional, como muchos en la derecha anunciaron furiosos antes de tiempo.
6.- Los gobiernos duran 4 años. Los partidos de fútbol duran 90 minutos. La actividad de gobernar no es un partido de fútbol, ni se le parece, aunque ambas son igual de nobles. Los futbolistas, sin embargo, son contratados para meter goles en el arco contrario. Los políticos, afortunadamente, no son contratados para eso. Mezclar y confundir las cosas es peligroso. Aprender esto es sencillo.
7.- El postnatal de 6 meses es una buena noticia. Quiero alegrarme por que en mi país se pueda disponer de esta tremenda herramienta para que nuestros futuros ciudadanos sean mejores personas. Esta ley, como todas las leyes, tendrá que formar parte de la cronología de un gobierno, y en este caso le corresponderá al actual. Felicitaciones por ello. 
Se vendrán otras discusiones a propósito de futuros proyectos de ley. El discurso lamentable y repetido de “ahora se preocupan, si ellos en 20 años no hicieron nada” es de un nivel intelectual bajo los mínimos aceptables.
Quienes hacen uso y abuso de esta frase están renegando del papel que legítimamente tiene una oposición. Bien lo saben en tanto lo fueron durante esos largos 20 años. Y bien que lo tendrán que aguantar ahora. Dirigir empresas es difícil, pero unilateral. Dirigir naciones es aun más difícil, pero multilateral. Aprender eso no es sencillo, pero es posible.    
La Concertación, parafraseando a un twittero, recupera hoy una mayúscula por hacer lo que correspondía de frente a sus electores. El gobierno, a su vez, enfrenta un dilema informático vital en vistas de su anhelada trascendencia: Elegir entre el powerpoint arial 36 de sus espectaculares anuncios, o el word arial 6 que ha imperado en este período legislativo. Un consejo, la arial 12 es menos espectacular pero es la adecuada para los proyectos de ley.


No me gusta ver parlamentarios con rabia. No me gusta ver ministros con rabia y no quiero ver al presidente de la república liderando una barrabrava como las peores posibles en un estadio. En esto si que la confusión es peligrosa. Cuando la política y el odio se han juntado, en los estadios se ha dejado de jugar al fútbol.



martes, 8 de febrero de 2011

Oposición Pública

Empiezo esta entrada con una pregunta para los cientistas políticos: ¿Conocen algún país en el que una coalición política heterogénea haya gobernado 20 años, con cuatro gobiernos consecutivos, sin prensa? pues yo conozco solo uno; Chile.
En el afán de enredarse en el famoso dilema del vaso medio lleno o medio vacío, se nos olvidó algo, parece. ¿Lleno o vacío de qué?
Gobernar 20 años sin la responsable complicidad editorial de alguna prensa es, dependiendo del punto de vista, un milagro, un crimen o una locura (en sus variantes políticas, se deba entender) Por lo menos califica para “caso de estudio político”.
La dictadura se terminó de combatir precisamente con prensa, como voz escrita que informó, denunció, encontró y finalmente enseñó a marcar una papeleta con un lápiz grafito nº2. Esa prensa fotografió, entrevistó y mostró caras y dolores. Esa prensa formó profesionales en un campo de batallas de balas y granadas que casi siempre iban en una sola dirección. Esa prensa, que con tirajes clandestinos desafiaron a grandes consorcios de papel, con la solidaria complicidad de muchos periodistas y editores.
Me pregunto entonces, ¿que pasó? La respuesta debida es compleja y necesaria.
20 años de gobierno no ocurren por casualidad. Pero estos 20 años, a pesar de haber sido 20 buenos años para Chile, dejaron muy atrás el buen recuerdo de aquella prensa.
Estos 20 años nos convencimos que el chantaje de la publicidad debía dar paso a la austeridad editorial. Vaya irresponsable forma de construir país. Si algo me debe la concertación es haber sido formado como ciudadano sin tener letras amigas para compartirlas con mis compatriotas. 
El país que me inventó la única prensa disponible no es mi país. Es un país que fue disfrazado para asustarnos y avergonzarnos. El país que me inventó esa prensa no estaba lleno de ladrones, ineptos y flojos.
La concertación de partidos por la democracia, cuna de demócratas y libertarios. Curiosa ironía si pensamos en su negligente vigilancia por la pluralidad y la información. 
El mercado fue irresponsablemente puesto a cargo de celar por la libertad de prensa. Se transformó pues, esta, en cómplice de la única visión que pudo financiar el color de sus líneas.
La última vez que la centroizquierda chilena fue oposición, la tarea justa y apremiante era derrocar a un gobierno de facto. Para esa tarea la valentía no fue medida previamente, como tampoco fue reconocida posteriormente. 
Ser oposición democrática es algo nuevo para nosotros. El gobierno de Chile fue elegido en democracia. La discusión podrá proponer si esa democracia es madura, si es informada y si es independiente, con sus más o sus menos. Democracia imperfecta, pero democracia aceptada. 
Creo que la tarea de ahora es ser una Oposición Pública. Creo que no fuimos un Gobierno Público, en el necesario sentido de ser. Dicho de manera brutal; Al aceptar que “la prensa” relegara los temas políticos al patio trasero de los periódicos, la concertación cometió al actual gobierno.
¡Echemos a andar las prensas!

jueves, 3 de febrero de 2011

El libro de la vieja importancia

Que importante es la importancia. Que difícil es la importancia. Que distinta es la importancia para algunos y otros.
La importancia es, desde la individualidad, un ejercicio personal ineludible. Alguna vez en la vida debemos determinar qué es importante. Supongo que una mesa de comedor familiar ha visto nacer algunas de esas importancias.  
La importancia personal es aquella con la que se debiera pelear por las importancias colectivas. Y veo que en nuestro país las importancias personales han sido licitadas a pocos compradores. Nuestras importancias son nuevas y son auspiciadas por dineros en disfraces de principios. Nuestra importancia colectiva ya no conversa en el idioma de antes con nuestras importancias individuales.
La buena importancia, esa que nos enseñan en los jardines de infancia, es para jugar con los amigos del colegio solamente. La buena importancia, la que se practicaba con los ojos cerrados y la confianza abierta.
La vieja importancia que dibujó amistades a pie descalzo y tardes de travesuras. Esa vieja importancia, dejó de hablar. Nuestra vieja buena importancia se sentó en un rincón de casa triste y no se atrevió de nuevo a salir a conocer a los nuevos habitantes del barrio. 
Nuestra vieja buena importancia perdió su dignidad a costa de mantener su lugar en el diccionario.
La importancia de ahora pide permiso todos los días en titulares de periódicos. La importancia de ahora se compra , y si es en cuotas, pareciera más duradera. La importancia de ahora justifica palabras mal dichas y bien escuchadas o bien dichas y mal escuchadas. 
La importancia de ahora se interpreta con sospecha por el que habla y con prejuicio por el que escucha. La importancia de ahora depende de nuevas fechas y celebraciones que nos obligan a vivir nuestros nuevos tiempos en un centro comercial. 
La importancia de ahora es agresiva e intolerante. En su nombre se ofende , se olvida, se engaña y se desprecia. La importancia de ahora trabaja horas extras en jornadas regulares para no llegar a casa por la tarde. 
La importancia nueva dejó de tener amigos y se dedicó a coleccionar enemigos de plomo. La nueva importancia ya no contesta “aló” al teléfono, y te deja esperando hasta que se te olvida con quien hablabas.
No sé muy bien cuando nos abandonó la vieja importancia. No sé si en realidad nos abandonó, alguien la escondió, o todos la olvidamos. Algo me dice que de todo un poco.  
La importancia perdida; parece un buen título de libro. De hecho es un libro viejo que nunca ha terminado de escribirse. Y de casualidad ha sido encontrado en un rincón por unos niños que ya somos varios.
El libro nos ha dicho que alguien debe seguir escribiendo. El tiempo perdido ya olvidó su calendario pero está dispuesto a empujar las primeras letras. Para escribir libros se necesitan historias, escritores, tintas y búsquedas. Y se necesita mucho papel y una papelera de mimbre para poner debajo de un escritorio.
Cuando la importancia nos inspire, nuevamente, podremos escribir entonces en ese viejo libro. 
La nueva importancia tendrá que leer este libro de historias si nos va a pedir fidelidad. Le enseñaremos y la presentaremos con su vieja prima. Y volveremos a hablar de una importancia, la mejor de entre todas las importancias. 

domingo, 2 de enero de 2011

Señor doctor

Hace una semana tuve una experiencia que inspiró esta carta. Ayer la deposité en un buzón de correos con el profundo deseo que sea leida y entendida por el destinatario, un doctor que no trata bien a sus pacientes. Omito su nombre por razones éticas.

Espero que estas palabras logren algo.








Santiago, 30 de Diciembre 2010
Dr.
Médico Radiólogo Clínica INDISA
Presente
Señor doctor,
Mi nombre es Christian Staiger. Nos conocimos el día 27 de Diciembre en la Clínica INDISA. Yo estaba tendido en una camilla de atención esperando a que se me practicara una ecografía abdominal.
Llegó usted a la consulta y se sentó directamente en su silla frente al monitor. Cuando tomó en sus manos el envase de gel para proceder al examen, le estiré mi mano y le dije; “Hola, me presento, mi nombre es Christian Staiger
Me presenté como cualquier persona educada lo hace al conocer a alguien. Debo decir que me molestó profundamente que usted no se presentara primero, y que además tampoco lo hubiera hecho después. Mientras escribo esta carta no sé su nombre, el que averiguaré luego para poder nominar este documento.
La razón para practicarme este examen es un dolor lumbar que me acompaña hace bastante tiempo. Los síntomas son variados y puedo describirlos muy bien. Usted, sin embargo, invalidó mi testimonio con una rotunda frase; “El dolor es inespecífico”. Mi camino durante esta afección ha estado acompañado por algunos colegas suyos, con quienes he establecido una relación muy amable, lo que ciertamente después de esa frase se tornaría muy difícil con usted.
Soy piloto profesional de línea aérea, lo que usted supo por las respuestas que yo elaboré ante su particular interrogatorio. “¿Actividad?”, “Piloto”, ¿Compañía?, “LAN”, “¿Ruta?” “Australia y Europa”. Luego de ese breve y formal intercambio de preguntas y respuestas, usted se dedicó a “explicarme” algunas cosas de un tema en el que yo soy experto. Escuché atentamente varias aseveraciones equivocadas que usted me planteó en forma muy segura. No le corregí de manera más inmediata sus errores porque la suya, en el tema de los aviones, me pareció una ignorancia inocente, como la de un niño. 
El tema que nos convocaba estuvo ausente en nuestro dialogo, si es que a eso podemos llamar dialogo. Perdió usted la posibilidad de enseñarme algunas cosas y de mostrarme el monitor donde usted veía mis órganos internos. Solo unos balbuceos imperceptibles acerca de las cosas que vio o no vio. Perdí una buena oportunidad de aprender y ver algo nuevo para mí. Que pérdida de tiempo, no? 
Revisar los órganos internos de un paciente no es una actividad cualquiera, y el hecho de que usted lo haga rutinariamente no lo exime de un mínimo de dedicación hacia todos y cada uno de sus pacientes.  
Luego usted se paró, se dirigió a la puerta de salida y lo detuve con una pregunta. Usted solo respondió “No hay nada, mañana en la tarde estará el informe” y se fue.
Me dejó en la consulta, con mi ropa manchada con un gel que yo no tenía porque saber que no la dañaba. La situación fue muy desagradable, lo que hice notar con una expresión de enojo que tuvo que aguantar la enfermera que me ayudó.
Debo reconocer que todo esto me dio una muy mala impresión de usted. Habló mucho de un tema del que usted no sabe nada, en vez de hacerlo de aquel en que usted es un experto.  Vaya curiosa y poco estética forma de ejercer su oficio, señor doctor. Puedo pensar que usted hace algo que no le gusta, tal vez.
A mi si me gusta lo que hago. Yo saludo, me presento y les cuento a mis pasajeros aquellas cosas que hacen que se sientan más tranquilos. Sé que muchos de ellos van asustados y preocupados, igual como van los pacientes a un centro de salud. Sé que algunos de ellos requerirán mayores informaciones, igual que algunos pacientes. Sé entregar esa información de manera didáctica y sencilla, usando términos comprensibles y adecuados para cada uno, tal como lo hubiera esperado yo de usted.
No acostumbro a dar consejos a quién no me los pide. Esta vez, sin embargo, me permitiré hacerlo. 
Estimado doctor, la próxima vez que vea a un paciente, luego de leer esta carta, salúdelo, preséntese y tenga un diálogo previo a su rutina técnica. Esto le tomará solo unos minutos en los cuales usted conocerá a un ser humano que tiene un problema. Luego, durante el examen, converse con su paciente en busca de más información que probablemente le ayudará en su diagnóstico. Al finalizar, expóngale de manera sencilla lo que usted percibió y luego despídase amablemente. 
Sé que este protocolo es conocido por usted, a pesar de no haberlo practicado conmigo.  
Usted pertenece al selecto grupo de personas que usan un delantal blanco, sinónimo de limpieza y tranquilidad. Ese delantal lo distingue a usted como conocedor de personas. Dignifique su oficio y muéstrese amable. Sé que el arancel que usted recibe como pago por su trabajo no será mayor cuanto más amable sea. Vea usted si decide hacer ese esfuerzo. 
Considero que usted es de aquellos profesionales muy bien pagados en nuestro país, por lo que es perfectamente razonable exigir un standard superior en el ejercicio de su oficio que combine la técnica, la ética, y la estética. A fin de cuentas, a usted si le pagan por ello.
Voy a hacer entrega de una copia de esta carta a la dirección de la clínica, en atención a la disculpa que me fue ofrecida en su nombre, cuando efectué el reclamo por su forma de atenderme.
Espero sinceramente no encontrarme nunca más con un doctor que no me diga su nombre al conocerme en su consulta. Si así fuera, le haré saber de inmediato mi opinión, lo que lamento no  haber hecho con usted.
Le saluda,

Christian Staiger Pirazzoli

jueves, 9 de septiembre de 2010

De excelencias y palabras

Gobernar el Chile de estos tiempos debe ser el mejor ejercicio para perder algunas convicciones. Se gobierna luego de ganar, sin embargo. Curiosa ironía. Se gana para luego perder un poco. Eso le pasó a nuestra concertación. Eso tenía que pasar. Las victorias que duran veinte años deben dar demasiadas explicaciones. 
Nuestra democracia de internado juvenil, bien limitada por un sistema electoral que no permite mayorías claras, y guiada por las altas exigencias constitucionales de quórum, hacen de nuestro sistema político un mercado de transas y tratos que hacen viscoso nuestro desarrollo social. Nos hemos desarrollado de a poco. De a muy poco, a mi gusto.
Gobernar es, desde Marzo, tarea de otra gente. Perder entonces algunas convicciones es también tarea de ellos, de la misma manera que lo fue de nosotros. Y vaya que ha de ser difícil ese ejercicio para quienes no están acostumbrados a perder.
La reflexión necesaria es nuestra entonces. Estamos acostumbrados a que nuestros políticos deban perder sus convicciones. Eso es lo que de alguna manera aceptamos, por acción, algunos, y por omisión el resto.
Un análisis intelectual consensuado podría sugerir que el avance experimentado por el país durante los veinte años, fue en una dirección determinada. Avance negociado, avance lento, con errores y a veces desconcierto. Avance legítimo, sin embargo, puesto que fue de mayoría y en relativa sintonía con la región. 
Sugerir que el país no avanzó en veinte años es un error. El país avanzó menos de lo que unos quisieron, es cierto, pero en la dirección deseada por la mayoría durante veinte años. 
Nos hemos olvidado muy a menudo de nuestro precario nivel intelectual. Y ese nivel es compartido de manera brutal por nuestras élites a ambos lados de las mesas políticas. Escaso nivel que se hace más notorio cuanto más abajo llegamos en las escalas sociales y que ha sido y será durante muchos años un lenguaje común con el que hablamos nuestra historia. 
El nuevo gobierno ha basado su instalación en el ya ajado concepto de la excelencia. Excelencia nueva, formada en la misma patria y con la misma educación que recibió la excelencia antigua. Hemos visto entonces, que las decisiones ahora son excelentes, que las designaciones son excelentes, que los proyectos de ley son excelentes, que la gestión ahora es excelente y que el resultado de esta nueva forma será un mejor país. 
Hasta ahí llega mi paciencia intelectual. El escenario simplón y perverso, de los buenos y los malos, de los patriotas y antipatriotas tiene un límite claro que no me permitiré traspasar, a pesar de las frecuentes y transversales invitaciones que formulan muchos de nuestros políticos.
La soberbia rabiosa ha adornado explicaciones, en relevos de personeros barrabravas que se han demorado más que otros en aceptar las diferencias y tolerar las diversidades. 
Espero entonces, entendida la premisa inicial, que aquellos que gobiernan aprendan de nuestra visión. Pido nobleza en este aprendizaje compartido.
El homenaje que debamos rendir a este gobierno, de merecerlo, será tarea de otros tiempos, y si el empeño es puesto hoy en tratar de determinar la calidad y cantidad de ese homenaje, entonces será el triunfo del subdesarrollo.
Trascender en la historia no se compra. Ser simpático cuando nunca se lo ha sido tampoco se compra. La historia tiene un lugar reservado a cada protagonista, y su ubicación no se licita, no se transa en bolsa, ni menos se canjea con cupones de pasajero frecuente. Demorar un anuncio de sobrevivientes es un acto que no me gustaría ver de nuevo. 
Eventos extraordinarios como un terremoto o el derrumbe de una mina ocurren menos veces de las que los publicistas de turno quisieran. El resto del tiempo ocurren cosas más  graves y perpetuas como el egreso de la escuela de muchos jóvenes que no entienden lo que leen. 
Un país con el escaso respeto que demuestra el nuestro por la educación de sus habitantes no está preparado para entender muchas cosas. Valerse de eso para informar realidades mentirosas es un acto de prepotencia que se cobrará posiblemente con la indiferencia electoral en cuatro años, pero que pagaremos todos en incomodas cuotas diarias por varias generaciones. 
Aun tenemos problemas básicos que solucionar y las visiones de izquierdas y derechas son diferentes en esos temas. Esas diferencias, sin embargo, tendrán que ser negociadas al amparo de nuestra realidad política. La realidad de ser un país que aceptó un acelerador que solo funciona accionando el freno simultáneamente.
Las excelencias tendrán que ponerse ropa de trabajo, ya sin el abrigo de promesas y expectativas recientes. La nueva excelencia, en cuatro años más, será parecida a la vieja excelencia. Es el destino de las palabras.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Hostal La Macarena


El aire de la calle de atrás de la Plaza Mayor bien merece el frío de una caña de cerveza. El jamón Ibérico llega siempre para acompañarla. El calor invita a sentarse. Una charla de amigos que se ve interrumpida casi terminando el plato.

Keith, el padre Keith. Barba de jesuita, pelo de jesuita, acento británico de los mejores y un histrionismo que da envidia se acerca y se presenta.

El padre Keith es un borracho desahuciado que perdió su billetera mientras dormía una resaca en Paris.

Keith tiene hambre y nos pide un pedazo de jamón. Con su mirada mantiene a distancia al mozo que lo observa desde la entrada del bar. Los mendigos no son bienvenidos cuando pueden molestar a los clientes. Este mendigo, sin embargo, es un mendigo con credenciales de príncipe.

Cura Jesuita inglés devenido en alcohólico errante. Brillante sacerdote, según cuenta que lo contaban. Chiapas en México fue su destino de sanación. El superior lo alentó a misionar en una zona de conflictos que no solo le tocaron el alma. Una bala que falló su cabeza encontró el cráneo de su amigo burro. Era una prueba de valentía que tuvo que pasar caminando sin volver la mirada atrás.

De ahí a Madrid serán quizás muchas historias. Algunas ciertas y otras más ciertas. Historias que han sabido mezclarse con el licor que bota el cuerpo y olvida los propósitos.

Do you believe in god? Le preguntamos. Y la respuesta sale entonada con un ingles que armoniza con su actuación.
Of course I believe in god. I just don’t like him anymore.

La respuesta es brutalmente honesta. La mirada segura nos cuenta, de manera sutil que la orden lo ha dejado partir. Su misión es ahora más personal y difícil. Terminar sus días entre sus compañeros de alcoholes y abandonos.

El padre Keith no quiso bendecir a la madre Teresa de Calcuta. Ella se lo imploró a él entre muchos otros. Ese honor no lo hace más noble entre los que creen y pregonan. El no cree haberlo merecido.

Disfruta el jamón dando unas gracias eternas. El pan que lo acompaña recibe los mejores cuidados de sus manos cansadas y temblorosas. El pan no solo le sacia el hambre. El pan lo hace recordar por un momento como se habla una historia con alguien que te cree.

Conocimos un hombre que nos dijo quien fue, mostrándonos el que ahora solo puede ser.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Triunfos y derrotas



Escuchando anuncios hechos un 21 de Mayo cercano, reflexiono acerca del significado de la palabra derrota. Y derrotas las hay de muchos tipos. Las deportivas entre las más sonadas y las militares entre aquellas menos verdaderas.
Existen las derrotas políticas también, que tienen, como en el deporte, fecha, hora y lugar predeterminados. Todos sabemos que ese día van a haber derrotados.

Y sucede que poco más de dos meses después, un vencedor hace anuncios sorprendentes. Escuela de formación sindical, modernización de la inspección del trabajo, ampliación de materias en negociaciones colectivas, agilizar la justicia laboral, respetar y hacer respetar derechos laborales y corregir las malas prácticas que distorsionan el concepto de empresa, como los múltiples RUT, entre otras.

Y como las derrotas duelen, los derrotados se acostumbran a serlo, tal y como les sucede a todos los derrotados de la historia. Y tan ocupados estamos los derrotados en “entender” y “explicar” una derrota electoral que no podemos celebrar el triunfo humilde y potente de algunas ideas. Ideas que habíamos hecho nuestras y por las que a veces vale la pena también sacrificar una victoria.

La historia de los libros entonces premiará a otros por esa victoria. Pero la historia de los pueblos, que no siempre sale en los libros nos premiará a todos.

La competencia entonces no es sobre quien elabora mejores excusas en sus respectivas casas. Unos por no haber podido cambiar algo durante veinte años, y otros por proponer cambios ajenos a sus doctrinas históricas.

Las propuestas anunciadas tendrán que transformarse en leyes y estructuras permanentes, y es esa la verdadera batalla de ideas a la que me gustaría ver consagrados a unos y otros.

Un mejor Trabajo se avizora en el horizonte. Aprenderemos entonces que derrota no significa solamente “perder”. La derrota es también la trayectoria real que sigue un barco afectado por las corrientes cuando trata de seguir una ruta predeterminada.

La derrota del Trabajo es, desde hoy, un poco más clara y esperanzadora. A esta vista, la otra derrota, la de los que tuvieron veinte años, es menos dolorosa y comparte mesa con una gran victoria.