jueves, 3 de febrero de 2011

El libro de la vieja importancia

Que importante es la importancia. Que difícil es la importancia. Que distinta es la importancia para algunos y otros.
La importancia es, desde la individualidad, un ejercicio personal ineludible. Alguna vez en la vida debemos determinar qué es importante. Supongo que una mesa de comedor familiar ha visto nacer algunas de esas importancias.  
La importancia personal es aquella con la que se debiera pelear por las importancias colectivas. Y veo que en nuestro país las importancias personales han sido licitadas a pocos compradores. Nuestras importancias son nuevas y son auspiciadas por dineros en disfraces de principios. Nuestra importancia colectiva ya no conversa en el idioma de antes con nuestras importancias individuales.
La buena importancia, esa que nos enseñan en los jardines de infancia, es para jugar con los amigos del colegio solamente. La buena importancia, la que se practicaba con los ojos cerrados y la confianza abierta.
La vieja importancia que dibujó amistades a pie descalzo y tardes de travesuras. Esa vieja importancia, dejó de hablar. Nuestra vieja buena importancia se sentó en un rincón de casa triste y no se atrevió de nuevo a salir a conocer a los nuevos habitantes del barrio. 
Nuestra vieja buena importancia perdió su dignidad a costa de mantener su lugar en el diccionario.
La importancia de ahora pide permiso todos los días en titulares de periódicos. La importancia de ahora se compra , y si es en cuotas, pareciera más duradera. La importancia de ahora justifica palabras mal dichas y bien escuchadas o bien dichas y mal escuchadas. 
La importancia de ahora se interpreta con sospecha por el que habla y con prejuicio por el que escucha. La importancia de ahora depende de nuevas fechas y celebraciones que nos obligan a vivir nuestros nuevos tiempos en un centro comercial. 
La importancia de ahora es agresiva e intolerante. En su nombre se ofende , se olvida, se engaña y se desprecia. La importancia de ahora trabaja horas extras en jornadas regulares para no llegar a casa por la tarde. 
La importancia nueva dejó de tener amigos y se dedicó a coleccionar enemigos de plomo. La nueva importancia ya no contesta “aló” al teléfono, y te deja esperando hasta que se te olvida con quien hablabas.
No sé muy bien cuando nos abandonó la vieja importancia. No sé si en realidad nos abandonó, alguien la escondió, o todos la olvidamos. Algo me dice que de todo un poco.  
La importancia perdida; parece un buen título de libro. De hecho es un libro viejo que nunca ha terminado de escribirse. Y de casualidad ha sido encontrado en un rincón por unos niños que ya somos varios.
El libro nos ha dicho que alguien debe seguir escribiendo. El tiempo perdido ya olvidó su calendario pero está dispuesto a empujar las primeras letras. Para escribir libros se necesitan historias, escritores, tintas y búsquedas. Y se necesita mucho papel y una papelera de mimbre para poner debajo de un escritorio.
Cuando la importancia nos inspire, nuevamente, podremos escribir entonces en ese viejo libro. 
La nueva importancia tendrá que leer este libro de historias si nos va a pedir fidelidad. Le enseñaremos y la presentaremos con su vieja prima. Y volveremos a hablar de una importancia, la mejor de entre todas las importancias. 

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