jueves, 21 de enero de 2010

Breve historia de la verdad


La verdad, iluminada, despertó y salió a escuchar.

Le dijeron a la verdad que en su nombre se debía vivir y que sin embargo por ella se podría morir. Le dijeron también que ella era noble, y que sería buscada por cielo, mar y tierra, en los libros épicos, y por laberintos imposibles y sótanos oscuros en la vida real. Que en su honor se justificaron guerras y se propagarán plagas. Le dijeron que a veces ella no podría ser revelada, porque alguien ejerce el oficio de traducir mal las lenguas antiguas.

La verdad, cansada, escuchó y se fue a dormir.

A la mañana siguiente, le dijeron que ella era a veces la misma para dos voces que no se entendían. Que entonces aquella más ronca y fuerte la proclamaba suya. Le dijeron que se mostrara siempre hermosa porque debía adornar los himnos y escudos de todos los ejércitos. Le dijeron que no saliera a la calle sin avisarle a su dueño. “Las personas no deben encontrarte vagando sola por ahí”, le aseguró el guardián.

La verdad, preocupada, escuchó y se fue a dormir.

El último día, le dijeron que ella era única. Y para que nadie se la pudiera adueñar le inventaron un disfraz. Y ese disfraz debía usarlo cuando aquel más débil hubiera vencido en su conquista. Ese disfraz debía usarlo cuando un explorador incomprendido hubiera triunfado en su búsqueda. Debía usarlo cuando la última rúbrica fuera estampada en una declaración de paz. Ese disfraz debía usarlo cuando los niños ya hubieran crecido.

La verdad, asustada, escuchó y se escondió para siempre.

2 comentarios:

  1. Tú dices que la verdad duerme, se disfraza o se oculta para siempre.
    Yo me pregunto si la verdad existe sola, única, eterna.
    Desde luego, estoy convencido de que -si existe- lo hace en un alegre corro de amigas o compañeras en este difícil arte de ser verdad. Así, se permite bailar y cantar, celebrar y exhibirse desinhibida como niña. A tal punto creo que es así que comparto plenamente aquella opinión que afirma que la verdad no existe , existen las verdades.
    La tuya y la mía, tal vez, la de él o de ella. Ahí, confundidas entre extrañas niñas que bailan y cantan, celebran y ríen.
    La biografía de una verdad es como la de cualquier mortal. Nace un día y en una fecha determinada que suele ocultar. Es tal sólo en la medida en que alguien la adopte. Luego camina, a trastabillones primero, luego con paso firme para dirigirse a integrar aquel corro que le resulta irresistible. Baila con sus compañeras, imita a alguna, se ríe de alguna otra y muy probablemente entra en conflicto con quien ha elegido como adversaria. A veces se hace enemiga y se traba en una lucha fatal. Se torna solitaria y tozuda, roza la majadería y a veces se pierde en la arrogancia y la pedantería. Es cuando envejece que deja de bailar y pretende alcanzar dimensión de estatua. Aspira al bronce, al mármol. Se torna grave y muestra las primeras huellas de ajadura en su cara. Se mantiene en pie y con un andar reumático, está cansada y cansa. A veces muere y otras, se mantiene en las páginas amarillentas de las enciclopedias.
    En su funeral aparece un nuevo corro de niñas que celebran, alegres, sus exequias.

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  2. Nunca he pensado demasiado en saber qué es la Verdad pero sé que la tengo en este momento frente a mí. Por mi ventana veo un paisaje que me emociona. Esa es la verdad. También la encuentro cuando me puedo sumergir en los ojos de mis nietos o cuando corren a abrazarme. Y cuando escucho Música o tomo la mano de las Personas que Quiero. Es posible también para mí verla en una piedra que encuentro entre miles o en un objeto que hayan hecho manos artesanas. La verdad es cuando recuerdo el lago Maihue. Estas verdades están ahí, no se esconden, no se asustan. Son. Solo que a veces no me acuerdo de ellas y se me escapan. Pero siguen ahí. Se parecen a los trocitos de felicidad.

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