Hace una semana tuve una experiencia que inspiró esta carta. Ayer la deposité en un buzón de correos con el profundo deseo que sea leida y entendida por el destinatario, un doctor que no trata bien a sus pacientes. Omito su nombre por razones éticas.
Espero que estas palabras logren algo.
Santiago, 30 de Diciembre 2010
Dr.
Médico Radiólogo Clínica INDISA
Presente
Señor doctor,
Mi nombre es Christian Staiger. Nos conocimos el día 27 de Diciembre en la Clínica INDISA. Yo estaba tendido en una camilla de atención esperando a que se me practicara una ecografía abdominal.
Llegó usted a la consulta y se sentó directamente en su silla frente al monitor. Cuando tomó en sus manos el envase de gel para proceder al examen, le estiré mi mano y le dije; “Hola, me presento, mi nombre es Christian Staiger”
Me presenté como cualquier persona educada lo hace al conocer a alguien. Debo decir que me molestó profundamente que usted no se presentara primero, y que además tampoco lo hubiera hecho después. Mientras escribo esta carta no sé su nombre, el que averiguaré luego para poder nominar este documento.
La razón para practicarme este examen es un dolor lumbar que me acompaña hace bastante tiempo. Los síntomas son variados y puedo describirlos muy bien. Usted, sin embargo, invalidó mi testimonio con una rotunda frase; “El dolor es inespecífico”. Mi camino durante esta afección ha estado acompañado por algunos colegas suyos, con quienes he establecido una relación muy amable, lo que ciertamente después de esa frase se tornaría muy difícil con usted.
Soy piloto profesional de línea aérea, lo que usted supo por las respuestas que yo elaboré ante su particular interrogatorio. “¿Actividad?”, “Piloto”, ¿Compañía?, “LAN”, “¿Ruta?” “Australia y Europa”. Luego de ese breve y formal intercambio de preguntas y respuestas, usted se dedicó a “explicarme” algunas cosas de un tema en el que yo soy experto. Escuché atentamente varias aseveraciones equivocadas que usted me planteó en forma muy segura. No le corregí de manera más inmediata sus errores porque la suya, en el tema de los aviones, me pareció una ignorancia inocente, como la de un niño.
El tema que nos convocaba estuvo ausente en nuestro dialogo, si es que a eso podemos llamar dialogo. Perdió usted la posibilidad de enseñarme algunas cosas y de mostrarme el monitor donde usted veía mis órganos internos. Solo unos balbuceos imperceptibles acerca de las cosas que vio o no vio. Perdí una buena oportunidad de aprender y ver algo nuevo para mí. Que pérdida de tiempo, no?
Revisar los órganos internos de un paciente no es una actividad cualquiera, y el hecho de que usted lo haga rutinariamente no lo exime de un mínimo de dedicación hacia todos y cada uno de sus pacientes.
Luego usted se paró, se dirigió a la puerta de salida y lo detuve con una pregunta. Usted solo respondió “No hay nada, mañana en la tarde estará el informe” y se fue.
Me dejó en la consulta, con mi ropa manchada con un gel que yo no tenía porque saber que no la dañaba. La situación fue muy desagradable, lo que hice notar con una expresión de enojo que tuvo que aguantar la enfermera que me ayudó.
Debo reconocer que todo esto me dio una muy mala impresión de usted. Habló mucho de un tema del que usted no sabe nada, en vez de hacerlo de aquel en que usted es un experto. Vaya curiosa y poco estética forma de ejercer su oficio, señor doctor. Puedo pensar que usted hace algo que no le gusta, tal vez.
A mi si me gusta lo que hago. Yo saludo, me presento y les cuento a mis pasajeros aquellas cosas que hacen que se sientan más tranquilos. Sé que muchos de ellos van asustados y preocupados, igual como van los pacientes a un centro de salud. Sé que algunos de ellos requerirán mayores informaciones, igual que algunos pacientes. Sé entregar esa información de manera didáctica y sencilla, usando términos comprensibles y adecuados para cada uno, tal como lo hubiera esperado yo de usted.
No acostumbro a dar consejos a quién no me los pide. Esta vez, sin embargo, me permitiré hacerlo.
Estimado doctor, la próxima vez que vea a un paciente, luego de leer esta carta, salúdelo, preséntese y tenga un diálogo previo a su rutina técnica. Esto le tomará solo unos minutos en los cuales usted conocerá a un ser humano que tiene un problema. Luego, durante el examen, converse con su paciente en busca de más información que probablemente le ayudará en su diagnóstico. Al finalizar, expóngale de manera sencilla lo que usted percibió y luego despídase amablemente.
Sé que este protocolo es conocido por usted, a pesar de no haberlo practicado conmigo.
Usted pertenece al selecto grupo de personas que usan un delantal blanco, sinónimo de limpieza y tranquilidad. Ese delantal lo distingue a usted como conocedor de personas. Dignifique su oficio y muéstrese amable. Sé que el arancel que usted recibe como pago por su trabajo no será mayor cuanto más amable sea. Vea usted si decide hacer ese esfuerzo.
Considero que usted es de aquellos profesionales muy bien pagados en nuestro país, por lo que es perfectamente razonable exigir un standard superior en el ejercicio de su oficio que combine la técnica, la ética, y la estética. A fin de cuentas, a usted si le pagan por ello.
Voy a hacer entrega de una copia de esta carta a la dirección de la clínica, en atención a la disculpa que me fue ofrecida en su nombre, cuando efectué el reclamo por su forma de atenderme.
Espero sinceramente no encontrarme nunca más con un doctor que no me diga su nombre al conocerme en su consulta. Si así fuera, le haré saber de inmediato mi opinión, lo que lamento no haber hecho con usted.
Le saluda,
Christian Staiger Pirazzoli